Violencia tambien…en GUATEMALA

ALMA CRUZ: ABOGADA GUATEMALTECA PERSEGUIDA

‘En España aprendí a no tener miedo’

 

EL MUNDO – 24/06/2008

MADRID.- La violencia imperante en Guatemala, especialmente contra las mujeres, le obligó a vivir huyendo. Pero su afán de justicia fue más fuerte que el miedo y se hizo abogada. Sólo cuando las amenazas de muerte se convirtieron en un riesgo real para su familia, Alma Cruz abandonó el país. Llegó a España en enero de 2006 y desde entonces espera que le concedan el estatuto de refugiada.

 

La vida de esta guatemalteca, que se define como feminista y católica, ha sido una lucha constante. Miembro de una familia que siempre peleó por sus derechos, en 1981 asesinaron a su tío, fundador del Movimiento de Pobladores, y tuvo que reconocer su cadáver. Tenía 15 años.

 

Este hecho, la quema de la Embajada de España en Guatemala en 1981 y el asesinato del defensor de los derechos humanos Monseñor Gerardi, marcaron la vida de esta mujer, cuyo activismo comenzó en su etapa estudiantil.

 

Pero no fueron los únicos. Cuando aún no tenía el título de derecho, su sobrina confesó que había sufrido abusos sexuales desde niña. El autor era el compañero de la hermana de Alma, un destacado guerrillero, conocido a nivel nacional.

 

La hermana, Norma Cruz, destacada defensora de los derechos de las mujeres y candidata al Premio Nobel de la Paz, decidió iniciar un proceso judicial contra él. Alma fue su abogada y, pese al tiempo transcurrido, logró que condenaran al guerrillero a ocho años de cárcel. Cumplió la mitad.

 

Durante ese tiempo, Alma se licenció, abrió un proceso contra una maquila (empresa textil) coreana y denunció a un juez por obstrucción del proceso.

 

A comienzos de 2006, el hombre que abusó de su sobrina salió de prisión. Poco después, Alma comenzó a recibir amenazas telefónicas y un día alguien disparó contra la casa de Norma. Acostumbrada a la violencia, no le dio importancia. Pero quienes la amenazaban iban en serio y se presentaron en el colegio de sus hijos para matarles. Logró escapar con ellos y pasaron un mes encerrados en un refugio clandestino hasta que pudieron dejar el país.

 

«En Guatemala matan a las mujeres por el hecho de serlo. En los últimos cinco años han asesinado a más de 4.000, y el principal responsable es el Estado», afirma esta activista, alto y claro.

 

El precio de ser mujer

Transcurridos seis meses, Alma volvió. «Necesitaba recuperar mi casa, mi trabajo… la vida que había dejado atrás. Pero me di cuenta de que no podía. Guatemala ya no era un lugar seguro para nosotros.

 

Entonces contactó con la Comisión Española de Ayuda al Refugiado y ellos le ayudaron a venir a España. «Yo me he sentido segura en este país. Aquí aprendí a no tener miedo», explica Alma, a quien los recuerdos humedecen los ojos.

 

«Cuando llegué -continúa- no salía de casa después de las seis de la tarde. En Guatemala, de noche, te puede pasar de todo. Siempre atrancaba la puerta. No recuerdo cuando dejé de hacerlo. Ahora, entro y salgo sin temor. Aunque los españoles hablan muy alto, son muy pacíficos».

 

Alma vive con su hijo pequeño y trabaja en una ONG española que desarrolla proyectos en Guatemala. No tiene pareja y lo asume como una renuncia necesaria para poder desempeñar su trabajo. «En mi país, todavía hay hombres que escupen al paso de las mujeres como muestra de desprecio. Es muy difícil encontrar a un compañero que te trae de igual a igual».

 

Se considera una mujer con suerte e intenta reconstruir su vida en España, hasta el día en que pueda regresar. Mientras, espera el ansiado estatuto de refugiada que garantice su protección.